A pesar de constituir uno de los pilares básicos del Estado de Bienestar, la Sanidad no ha estado de forma preferente en el debate político, en todos los años que hemos disfrutado de democracia en España. Los motivos tal vez fueran la coincidencia en su buen funcionamiento y la satisfacción ciudadana con este servicio. La crisis, que todo lo trastoca, ha cambiado también este presupuesto y la sanidad pública es hoy uno de los temas estrella del debate en los medios.
Desde hace unos años se venía hablando del incremento del gasto sanitario y las salidas propuestas se centraron preferentemente en las diferentes opciones de gestión privada. No han supuesto ninguna solución, más bien al contrario. Hoy el discurso va más allá y el debate es la sostenibilidad del sistema con un supuesto déficit de 8000 millones de euros. Algunos avances: todo el mundo acepta ya la insuficiente financiación sanitaria, por debajo de los países de nuestro entorno, y la posibilidad de hacer mejoras en la gestión. Sobre estas bases el debate se abre a otras cuestiones que parecen razonables y son cómo reducir el gasto farmacéutico o cómo controlar que el presupuesto sanitario sea finalista, se dedique solo a sanidad, en las CCAA o la opción de establecer impuestos especiales para estos fines. Usar la tecnología sanitaria de forma más razonable, incrementar el uso de la tecnología de la comunicación o darle más capacidad a primaria serían otras medidas adecuadas; pero hay otras que introducen un grave riesgo para el sistema: el copago que supondría un grave quebranto de la equidad; los recortes en personal y servicios, que supondrían un deterioro en la calidad o el introducir desgravaciones fiscales para los usuarios de la sanidad privada, que provocaría un mayor uso de ésta por las clases medias para determinadas dolencias no graves, con pérdidas para las arcas públicas; experiencias similares han mostrado ser un fracaso en la pretensión de ahorro en países como Holanda.
Aurelio Fuertes. El Adelanto 23 Julio 2011