Hay cuatro sistemas públicos y solidarios en España que miran con preocupación su futuro: pensiones, educación, sanidad y medio ambiente.
El sistema actual de pensiones es un ejemplo de la solidaridad intergeneracional. Los pensionistas de hoy, cotizaron durante su vida laboral a la caja común de reparto y pagaron las pensiones de la generación anterior (también los hospitales de la Seguridad Social hasta 1986), y ahora su pensión depende de los ahorros generados (inmuebles valorados en 70.000 millones, hucha de las pensiones) y de las cotizaciones de los trabajadores en activo. Hay problemas; por un lado de transparencia con la hucha que se ha vaciado (mala gestión, despilfarro, otros…); otro problema es la demografía, la inversión de la pirámide de población (cada vez hay menos activos y más pensionistas); y por último, el acoso de las empresas del sector de los seguros de vida que, desde sus tesis neoliberales de libre mercado, cuestionan los principios de protección y solidaridad entre los que cotizando más, perciben proporcionalmente menos.
La educación y la formación de calidad para todos es otro sistema imprescindible para lograr la cohesión social; parece que se va llegando a un pacto social en los contenidos aunque encallado en el escollo de la gestión-financiación, pública-privada.
Hay otro sistema transversal solidario intergeneracional: el sufrido y sufriente ecosistema que merece tema aparte, y que influye especialmente en la salud, y por tanto en el cuarto de los sistemas solidarios aludidos: la sanidad pública.
El sistema sanitario público español que hasta ahora ha demostrado su eficiencia respecto a otros sistemas similares logrando un alto grado de satisfacción y cohesión ciudadana, ha comenzado a plantear problemas en calidad (listas de espera) y sostenibilidad en los niveles hospitalario, formación e I+D, y atención primaria. Al crónico déficit presupuestario se le suman problemas laborales, de organización, liderazgo y sobre todo de gestión; se buscan soluciones en alianzas externas con el sector privado que no han sido evaluadas y que detraen iniciativa y recursos al sector público, lo que parece más una parasitación consentida.
Preocupa especialmente la situación de caída libre de la Atención Primaria de salud que es el eje del exitoso sistema sanitario. ¿Será un propósito calculado? La escasez de médicos ha destapado los problemas enquistados de la AP que vienen siendo parcheados sucesivamente a falta de las reformas necesarias para adaptarse a los cambios. Hablamos de la reorganización del trabajo en equipo y de las funciones de los coordinadores, de un sistema informático poco operativo, de las autoevaluaciones y planes de mejora periódicos, de la revisión y adecuación de la cartera de servicios con especial atención a los crónicos y su implicación socio sanitaria, de la revisión y adaptación del proceso de la urgencia y las guardias (cuyas libranzas post guardia están desestructurando la asistencia y la relación médico- enfermo) y del resto de las funciones de los EAP como son la promoción, prevención y educación para la salud, formación, docencia e investigación, trabajos con la población, consejos de salud. Todo ha quedado supeditado al inmediatismo de atender a la demanda.
Trabajar por el futuro de estos sistemas sociales, mejorando lo presente, es el deber delegado a las Consejerías y a sus direcciones y gerencias. Nuestro derecho como ciudadanos solidarios es apoyar y defender estos sistemas públicos solidarios exigiendo que asílo hagan, porque es la equidad la que conduce a una sociedad del bienestar sostenible.
Jose María Casado