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Ya tengo tu atención, ¿verdad?
Titulares como este están diseñados para llamar la atención del lector, aunque debajo solo haya un contenido insulso y decepcionante.

Pero en internet se libra una batalla campal por atraer nuestra atención: redes sociales, blogsyoutubersinstagramers, empresas… pelean por nuestra atención en una guerra en la que todo vale: vale guardar nuestros datos, historial e intereses para lanzarnos publicidad personalizada.

Valen los titulares engañosos, e incluso las mentiras como puños. Vale jugar con nuestra sensibilidad y nuestras emociones, mostrándonos contenidos que nos enfaden para que hagamos clic en “compartir” sin haber ni leído la noticia. Vale diseñar juegos que activen nuestro mecanismo cerebral de recompensa para crear adicción… Nuestra atención es el bien más preciado que se disputan todas las plataformas de internet, sin que nosotros seamos ni conscientes de ello.

Esta batalla es un cuchillo de doble filo: por un lado, están las consecuencias directas de captar nuestra atención: quien la posea tendrá la llave para manipularnos. De forma insidiosa podrá cambiar nuestra forma de pensar. Esto tiene consecuencias económicas: consumimos mucho más: no sabías que lo necesitabas, pero ahora no puedes no comprar esa taza / llavero / camiseta […] con un mensaje que parece diseñado para tu pareja…

También tiene profundas consecuencias sociales: está polarizando la sociedad. El famoso algoritmo que rige los contenidos que vemos en Instagram, Facebook o Youtube está diseñado para apresar nuestra atención a toda costa. Lo hace enseñándonos vídeos que cada vez van un poco más allá en cualquiera que sea la dirección que estemos yendo, hasta llevarnos al extremo.

‘Caminos’ determinados por un algoritmo

Por ejemplo, recientemente, en el pódcast de El País entrevistaban a un grupo de jóvenes de instituto. Al preguntarle a uno de ellos si era feminista, él lo negó, argumentando que estaba a favor de la igualdad, pero que no le parece bien que las mujeres tiren cosas a los hombres en las manifestaciones, como se ve mucho en las redes sociales. Tomé conciencia de que este chico había visto decenas de vídeos hasta hacerle creer que es un verdadero problema, que hay hordas de mujeres lanzando objetos a los hombres que pasean con su perro.

Y así es el algoritmo, si capta que dudas sobre la discriminación positiva de la mujer, te bombardeará hasta que pienses que el feminismo debe desaparecer. Si te percibe inseguro sobre si reciclar plástico merece la pena, te llevará por un oscuro camino hasta que niegues el cambio climático. Si capta que recelas de los extranjeros, te inundará con contenido hasta que te les culpes de todos los problemas de la sociedad.

El otro filo del cuchillo es lo que perdemos al perder nuestra atención. La atención es una función cognitiva esencial para el aprendizaje y la memoria. Una de las quejas más frecuentes en las consultas de neurología es la pérdida de memoria, y en muchas ocasiones es la pareja quien refiere: “Doctora, mi marido está perdiendo la memoria, no recuerda nada de lo que le digo”. Pero el marido recuerda perfectamente la clasificación de la liga, el último partido del Madrid y toda la alineación de la selección española. El problema es que no presta atención a su mujer, y sin atención, no hay memoria.

El control de la atención

Al perder el control sobre nuestra atención, perdemos también la noción de nuestro presente. ¿Recuerdas que comiste ayer? ¿Dónde estuviste el martes por la tarde? ¿No tienes la sensación de que antes de la llegada de los smartphones era más fácil recordar estas cosas?

Antes tenías momentos sin nada qué hacer, nada más que pensar. Pero ahora tienes un teléfono en el bolsillo que llena absolutamente cada segundo de inactividad. Un dispositivo que te conecta con todos esos lobos hambrientos de tu atención. Y es altamente adictivo. ¿Cuándo fue la última vez que viste una película sin echar un vistazo al móvil? ¿Cuántas veces miras el teléfono mientras paseas con tu perro?

Tomé conciencia de lo desgarrador de esta realidad mientras amamantaba a mi hija; son los momentos más hermosos que he vivido: mi pequeña, relajada junto a mi pecho, alimentándose en esta unión materno-filial tan pura, tan íntima y que sé que solo durará unos pocos meses. Y, sin embargo, sentía esa pulsión a mirar el teléfono… ¿Para qué? ¿Qué puede contener ese cacharro que pueda ser más hermoso que lo que tenía en mi regazo? Absolutamente nada.

Pero ahí estaba: a punto de entrar a leer la última barrabasada de Trump, o ver un vídeo sobre por qué lo estoy haciendo mal cuando limpio los mocos de mi bebé, o convencerme de por qué necesito un nuevo cojín de lactancia… ¡BASTA!

Decidí decir “¡basta!”. Basta de que otros decidan a qué le presto atención. A partir de ahora, vuelvo a elegir yo. Fuera redes sociales y fuera esa necesidad constante de mirar el teléfono. Volveré a pensar más y a consumir menos. Porque todavía estamos a tiempo de cambiar las cosas, de elegir qué queremos hacer con nuestra atención. Yo elijo mirar a mi hija mientras juega, y escuchar a los pájaros cuando paseo a mi perra, y ver cómo las plantas florecen en primavera.

Y tú, ¿cuándo vas a decir “¡basta!”?

Alicia Alonso

Publicado en Salud a Diario

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