El primer brote de virus ébola registrado se produjo en la República Democrática del Congo, en 1976. Desde entonces se han sucedido otros 25 episodios, incluido el actual, que afecta a Liberia, Guinea, Sierra Leona y Nigeria.
Al parecer, la enfermedad se contagia a la población humana a través de animales, como murciélagos, que también la padecen. Después, el contagio de persona a persona, se produce por contacto directo con secreciones, sangre y otros líquidos de las personas infectadas.
Ninguno de los brotes previos fue tan agresivo como éste, en el que ya hay más de 1000 muertos oficiales y ni se sabe los no oficiales. Entre los fallecidos nos llegan los ecos de personal sanitario que, en el ejercicio de sus funciones, han perdido la vida también infectados. Unos 130 trabajadores sanitarios, médicos y enfermeros, han muerto luchando contra el virus desde que estalló la epidemia. Las claves para su expansión actual en África están en un nivel alto de masificación, falta de acceso a medidas básicas de higiene y un sistema sanitario precario.
En las entrevistas que leemos en los periódicos muchos de estos profesionales se quejan de la falta de medios. Algunos describen la situación como terrible y caótica: Los enfermos vienen por decenas, no hay baños individuales, todo está lleno de vómitos y diarreas, tienen que reciclar los colchones de las personas que han muerto… La OMS va a destinar más millones de ayuda sanitaria, pero muchos médicos se quejan de que las ayudas llegan demasiado tarde. Las ayudas puntuales son importantísimas, pero el problema es la pobreza estructural económica y organizativa de amplias regiones del mundo.
Un daño colateral de este miedo, es el desabastecimiento de productos básicos, combustible y comida, porque muchas empresas, entre ellas las compañías aéreas, están cancelando sus servicios y operaciones.
Los occidentales afectados, trasladados a sus países de origen, han servido para que el mundo girase la cabeza hacia esta epidemia. No los mil muertos africanos, sino los pocos contagiados occidentales.
¿Qué haremos nosotros atrincherados en nuestros sillones? ¿Seguiremos tan tranquilos, sin ocuparnos ni preocuparnos de lo que ocurre a nuestro alrededor?
Africanos, los grandes olvidados. Una vez más la vida les golpea sin misericordia.
Gloria Alonso ( ADSP) Salamanca 5 Setiembre 2014
También en La Crónica de Salamanca