«Vísteme despacio que tengo prisa dice el refrán. Hoy la columna se asoma con refranes. Ya saben, hay refranes para todo, pero hoy vienen a propósito unos cuantos en este momento de desmantelamiento de tantas cosas a propósito de la debacle económica a la que me resisto llamar crisis. Porque crisis tiene muchas acepciones, algunas apropiadas a la situación, pero otras, como «cambio brusco de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente», tienen un significado muy distinto. Pudiera ser que la enfermedad ya existiera y ahora aparezca florida y expresada en todos sus síntomas y signos y con todos los monitores pitando alarmas acuciantes. A esta acepción me atengo.
Lo que se debió ir haciendo con sosiego y penetración democrática en todas las instituciones desde el comienzo de la llamada transición, buscando la eficiencia y el ajuste a largo plazo a nuestras posibilidades como nación, se pretende ahora malfacer con el microscopio enfocado, entre otras cosas, a la reducción de la factura de los servicios públicos y no la optimización de la eficiencia de los mismos que considera, en su numerador, la efectividad de los servicios que prestan. El cambio paulatino de súbditos a ciudadanos es decir, de meros sujetos a la autoridad a sujetos con derechos políticos y que intervienen ejercitándolos (no solo formalmente mediante un proceso electoral) en el gobierno del país, se ha quedado a medio camino entre otras razones porque la opacidad de la información que manejan las administraciones públicas es más propia de un despotismo ilustrado que de una democracia ciudadana.
Existe la información suficiente y desde hace tiempo, para conocer la repercusión que un cambio de gestión pública a privada representa: en costes, en efectividad, en satisfacción de pacientes y profesionales. En lo que se denomina literatura gris –la no publicada- ministerio y comunidades autónomas disponen de suficientes datos –aunque incompletos- para haber propiciado un debate con menos tópicos y más contenido. Además, los médicos estamos viendo todos los días como funcionarios de la administración local pasan a ser atendidos en las consultas de ambulatorios, centros de salud y hospitales públicos: ¿se habría hecho esto si fuera más caro?, o la situación propicia aquello de «a río revuelto….».
Es cierto que las últimas columnas de esta sección son repetitivas pero, ante la gravedad de la situación y la desinformación continuada conviene seguir una vieja máxima del dominó: «repetirás más que un gallo aunque te quedes a fallo».
José Manuel Iglesias. El Adelanto 27 enero 2013