Hace unos días tuve que acompañar a un familiar para realizarse una colonoscopia. Antes de realizar la prueba estás en una antesala donde tienen unos sillones muy cómodos en los que esperas mientras te cogen una vía. La primera entrevista la hace una enfermera que te pregunta lo normal: antecedentes médicos, medicación que tomas…etc. Me llamó la atención que preguntara «¿cuántos litros ha bebido?».
Claro, en una prueba donde es fundamental una preparación adecuada para que luego el médico pueda ver correctamente el colon, esta pregunta tiene mucho interés. Curiosamente, la pregunta dio paso a algunos pacientes que estaban allí para comentar la jugada; una señora ya mayor decía, pues yo llegue a los 4 litros, otra más joven comentaba, pues yo no he podido más de dos… En fin, se había creado un ambiente que permitía a los pacientes estar algo más tranquilos antes de someterse a la colonoscopia. Luego llegó una paciente en cama; el jefe de la unidad la saludó por su nombre y le preguntó que qué tal estaba; ese gesto tan simple hizo que la cara de la paciente cambiara, se relajara y pareciera menos asustada.
Este es un pequeño ejemplo de una situación que viví en primera persona, pero cada día soy testigo de pequeñas acciones como ésta.
Cuando una persona entra en contacto con el ámbito sanitario se siente muy vulnerable y lleno de incertidumbre. Tiene miedo y cierta dosis de angustia y espera sentirse reconfortado con la palabra o el gesto del que tiene enfrente. En este momento de la medicina donde los avances tecnológicos son complejos, sometiendo a los pacientes cada día a máquinas cada vez más sofisticadas, las personas siguen valorando el trato humano del personal sanitario. Esta es una parte fundamental de nuestro quehacer diario que no debemos olvidar.
En la revista Calidad Asistencial se publicó un artículo sobre cómo llevar a la práctica una atención sanitaria centrada en el paciente. El resumen de sus conclusiones vendría a ser que una atención centrada en el paciente pasa por saber comunicar eficazmente (informar sabiendo escuchar y dialogar), llegar a empatizar con el paciente (incluye trato amable y respetuoso, personalizado, respeto por su punto de vista y abrirle la oportunidad de participar en la toma de decisiones), ser accesible, aportar infraestructuras cómodas y pensadas en el paciente, sin olvidar la garantía de la calidad técnica.
Un médico no siempre tiene la oportunidad de ver el otro lado de la historia y ser receptor directo del trato del personal sanitario. Me sentí muy orgullosa de mis compañeros. En una época convulsa como la que estamos viviendo, en la sufrimos recortes económicos y de personal, nada de esto debería influir en el trato del personal sanitario hacia los pacientes, que debe seguir siendo cercano, contribuyendo a que nuestra sanidad pública siga siendo de máxima calidad no sólo en el aspecto tecnológico sino también humano
Gloria Alonso. ADSP
La Crónica de Salamanca 30 Mayo 2014